Consejos para gestionar las rabietas de mis hijos
¡Aquí estamos de nuevo! En nuestro post de hoy vamos a hablar de un tema que estamos seguros os va a encantar a todos los que seáis padres: cómo gestionar las rabietas de nuestros hijos pequeños.
Al ir al parque, al salir del colegio, en un supermercado, en casa, yendo a la compra, en un restaurante o incluso en un cine… los lugares son distintos pero el resultado de las rabietas suele ser el mismo: nuestro hijo chillando, pataleando, llorando, agitándose, tirado en el suelo y nosotros pasando un mal momento sin saber qué hacer. Pero, ¿qué es concretamente una rabieta? ¿Y por qué ocurren?
Causas más comunes de las rabietas infantiles
Una rabieta o berrinche infantil es un tipo de reacción característica y normal en niños de entre 16 meses y tres años, pero a diferencia de otros momentos críticos en el desarrollo este no necesariamente tiene que ser pasajero, ya que, aunque pueda llegar a reducir la intensidad de su enfado; la ira y sus frustraciones las puede canalizar de una forma que no sea adecuada más adelante. Por ejemplo, con faltas de respeto, desobediencia, pegándose cabezazos o mordiéndose a él mismo o a otros…. No obstante, se debe tener presente que pueden aparecer antes y también desaparecer más tarde, no hay un período exacto de cuando empiezan y cuando terminan de aparecer las rabietas. Generalmente consiste en un fuerte ataque de ira incontrolado que incluye protestas, lloros, gritos, dar golpes… Esta reacción en niños se considera parte de su proceso normal de maduración y habitualmente se origina en momentos de frustración por no poder imponer su voluntad o por sentirse incomprendidos. Los niños intentan gestionar su ira pero todavía no disponen de los medios necesarios para saber cómo gestionarlo.
En muchos casos pueden aparecer debido al conflicto emocional que sufre el niño: los padres no entienden lo que le pasa y normalmente se enfadan con el niño también pueden aparecer porque el niño quiere una cosa y no llega a entender por qué no se la quieren dar y esto puede generar cierto rechazo hacia el adulto en ese momento. ¿A cuántos de nosotros no les ha pasado? Por un lado, nuestros hijos, conforme van creciendo necesitan mayor autonomía, tomar sus propias decisiones, desarrollar sus propios gustos, etc. Pero a la vez, siguen necesitando la protección y ayuda de sus progenitores en muchas situaciones. Cuando ambas necesidades se ‘’encuentran’’ suelen producirse sentimientos de ira, tristeza y miedo, cosa que puede acabar desembocando en una rabieta. La buena noticia es que, bien manejadas, podemos conseguir acabar con ellas. ¿La mala? Si no lo hacemos, estos lloros y pataleos pueden desembocar en gritos o comentarios soeces a medida que van creciendo.
Como te comentábamos antes, existen muchas causas que pueden desatar una rabieta, pero los principales motivos son los siguientes:
- Llamar la atención.La primera rabieta de un niño empieza solo por llamar la atención, y rara vez para manipular a los padres, pero si la recompensa a una rabieta es recibir mucha atención gratificante puede ser una razón importante para pronto tener otra rabieta.
- Querer algo que no tiene.Deben aprender a esperar y a aceptar lo que les decimos. SI les decimos que no le vamos a dar un caramelo o que un amigo no le deje su juguete, tendrá que aceptar que no puede tener todo lo que desea.
- Intentar probar su independencia.Cuando intentan hacer algo y no les sale, nosotros intentamos ayudarle, pero no quiere, se frustra por qué no puede hacerlo solo.
- Frustración interna.La sensación de impaciencia creciente junto con su limitada habilidad para tener éxito con las cosas que intenta, o no ser capaz de expresar totalmente lo que quiere debido a una falta de habilidades lingüísticas, pueden desencadenar una rabieta.
- Celos.Van dirigidos a un hermano o hermana, cuando su deseo de conseguir algo no se cumple.
- El niño tiene una necesidad básica (hambre, sed, sueño…) que no podemos satisfacer en este momento.
- El niño tiene información insuficiente o equivocada de la situación en la que nos encontramos.
- El niño necesita descargar o liberar tensiones, miedos o frustraciones presentes o pasadas. Muchas veces los niños aprovechan cualquier mínimo detalle para entrar en una rabieta. Puede ser que estén enfadados o angustiados por cualquier otra cosa y la situación actual sólo sirva de detonante.
¿Se avecina rabieta? Consejos para gestionarla
Y ahora que podemos entender de qué se trata y por qué ocurren, ¿cómo actuamos? ¿Qué podemos hacer para que el niño y nosotros no lo pasemos tan mal? A continuación compartimos contigo nuestros mejores consejos para que aprendas a gestionarlas y no mueras en el intento. Coge papel y boli ¡y toma nota de todo!
Antes de empezar, recuerda que gestionar emociones de forma adecuada como el enfado es fundamental en el desarrollo de tu hijo, pero en la mayoría de los casos no surge de forma repentina o innata. Tu hijo necesita un aprendizaje al respecto y las personas que le rodean van a ser imprescindibles para que consiga que aprenda a comprender y manejar sus emociones con éxito.
Mantenerse firmes
Claro que resulta mucho más fácil decirlo que hacerlo, es la estrategia más infalible. Para empezar, porque ayuda a dejarle claro que su rabieta no le llevará a conseguir lo que quiere. Pero es fundamental que el propio padre se crea que controla la situación. Puede que durante un tiempo el niño siga poniéndolas en práctica, pero en la mayoría de los casos se dará cuenta de que la fórmula no le funciona y acabará por dejarla. Mucha paciencia y el niño acabará dejando atrás la rabieta.
Explicaciones cortas
Si se intenta explicar a un niño inmerso en un verdadero ataque de enfado por qué es injusta su reacción, lo más probable es que él siga tirado en el suelo llorando y pataleando sin cesar. La razón es que en esos momentos lo único que escucha es su propio llanto, por lo que es difícil hacernos entender en esas circunstancias. Frases como: no hay caramelos porque acabas de comer, o si no te vas a dormir ahora, mañana estarás cansado para jugar dichas cuando se va a iniciar la rabieta pueden servir para evitar su enfado. El pequeño las entenderá sin problemas y si aún no está lo suficientemente alterado, pueden disuadirle.
No responder con enfado
Responder con una rabieta es una forma de fomentarlas: les estaremos dando la mejor de las excusas para iniciar un pequeño número de enfado en cualquier momento, ya que para los niños sus padres son sus modelos de referencia y les encanta imitar todo lo que hacemos. También es importante no permanecer enfadados con él eternamente. Pasados unos minutos, ya no sabrá por qué papá y mamá fruncen el ceño. Su pataleta ya pasó, y tal vez ni siquiera se acuerda de ella.
No entrar al trapo con nuestro peque
La mejor forma de luchar contra las rabietas es procurar que no aparezcan. Y para ello conviene anticiparse a posibles problemas. Por ejemplo: uno de los lugares donde suelen darse más rabietas es el supermercado, así que hay que ir prevenidos. Es bueno dejar todo claro antes de entrar: avanzarle que solo se va a comprar leche, arroz y huevos, y nada más. Después, una vez dentro, podemos dejar que él participe en la compra cogiendo las cosas que se van a comprar y metiéndolas en la cesta. De esa forma estará distraído y se sentirá útil, lo que evitará otras tentaciones. Hablar, no enfadarnos, ni perder la paciencia e intentar comprender a nuestro hijo durante la rabieta será otro de los puntos clave. En el caso de que sea por un malestar real, debemos plantear rápidamente cómo solucionarlo. De no ser así, por ejemplo si está enfadado porque no quiere salir o no le hemos comprado algo que quiere, le haremos entender que no es el momento, y que no por eso debe perder las formas o estar enfadado. El hijo, al ver que no consigue lo que quiere mediante la rabieta irá asimilando que esta actuación solo le llevará a disgustarse sin sentido.
Elegir entre dos opciones
La mayoría de las veces su enfado vendrá ocasionado por querer algo que no puede tener. De ahí que ayude mucho a evitarlo el dejarle elegir solo entre dos opciones. Si se le pregunta “¿qué quieres de postre?”, el abanico de opciones que se abre ante el pequeño es infinito, y no siempre al gusto de los adultos. Sin embargo, si se le da elegir únicamente entre dos opciones, ambas válidas, es más que probable que todo siga en calma. Preguntando “¿quieres un plátano o prefieres una mandarina?”, se le cierran las opciones posibles sin que él se dé cuenta. Y no tendremos que decirle no, y así nos ahorramos una posible rabieta.
Intentar que escuche
Una vez que la rabieta ya ha comenzado, el pequeño parece fuera de sí. Para calmarlo y hacerle entender que no puede ser, solo hay una opción: intentar conseguir que salga de ese estado y hacer que nos escuche. Para ello, los padres pueden arrodillarse frente a él, cogerlo por los hombros con firmeza y mirarlo hasta que él fije sus ojos en los del adulto. Entonces será el momento de hablarle con calma. Hablar tranquilamente y con paciencia es muy importante en estos momentos.
Así no se habla
Hay que advertirle de que solo le escucharemos cuando hable en un tono normal, sin gritos ni llantos, porque de otra forma es imposible entenderle. Es una buena técnica explicarle que cuando llora así nadie puede escucharle, por lo que no sabemos lo que quiere. Así el niño se calmará.
Dejar que se calme solo
AL igual que los adultos, los niños también tienen derecho a desahogarse, por lo que a veces es incluso positivo que pasen por una rabieta. Cuando está inmerso en un ataque de furia, se le puede decir: Pues sí que estás enfadado, avísame cuando se te pase, y acto seguido alejarse un poco de él. Será consciente de que nos preocupamos por lo que le pasa y de que no conseguirá nada poniéndose así.
Sé coherente con tus actos y palabras
Si tú le pides tranquilidad, es importante que tú estés tranquilo cuando afrontas esa situación. Recuerda que el modelo eres tú y aunque estas emociones a veces surgen en los momentos menos apropiados, debes tratar de mantener la calma y a ser posible actuar siempre de la misma forma, independientemente del sitio en el que estés. Es decir, que, si en casa apostarías por acompañarle en esa rabieta, en la calle deberías hacer lo mismo a pesar de que sea en público (que no te de reparo la gente, ¡todo el mundo ha vivido las rabietas de sus hijos en sus propias carnes alguna vez!). De esa forma, le vas a proporcionar seguridad y va a aprender a calmarse, no olvides que las emociones se contagian, así que procura que tu hijo no te contagie su frustración. Muy contrariamente a lo que puedes pensar, a tu hijo también le preocupa ponerse así porque no entiende cómo manejarlo y a veces hasta ellos mismos se asustan con sus reacciones.
Empatizar en vez de castigar
Tienes que pensar en el objetivo que quieres trabajar con tus hijos: si quieres que deje de gritar o dar patadas o quizás va más allá y quieres que aprenda a canalizar adecuadamente esa frustración de forma más permanente. Si le castigas, conseguirás que reprima sus emociones de forma puntual, pero no que sepa cómo manejarlas a largo plazo. Para conseguir esto último necesitas comprender el motivo de su enfado y darle soluciones. Por ejemplo, si tiene una rabieta porque quiere que le compres un juguete nuevo, tendrás que recordarle que así no va a conseguirlo, y debes hacerle entender que no se puede tener todo lo que se quiere todo el rato.
No infravalores o ignores sus emociones
Normalmente, la rabieta trata de gestionarse en el momento, sin embargo no siempre se tiene tiempo para hablar después. Puedes ignorar la conducta que está teniendo, pero no sus emociones. Si tu hijo tiene una rabieta no es porque quiera ponerse así, esa reacción desproporcionada se debe a que no sabe cómo expresar lo que le molesta de otra manera. Por eso, es primordial aprovechar y dedicarle un tiempo después a esa rabieta y hablar con él sobre lo que le ha pasado, cómo se ha sentido y cómo se podría sentir mejor. Le aliviará más saber que él no es el único que tiene ese tipo de reacciones y conocer otras historias sobre cosas triviales que si le dices eso no es nada, hay cosas más importantes ¡vaya chorrada!
Después del enfado…
Y cuando por fin la rabieta se ha acabado…
¿Qué podemos hacer para prevenir que aparezcan más rabietas en un futuro? Como hemos dicho se trata de un proceso evolutivo por el que los niños deben pasar. No obstante, existen diferencias individuales entre niños, habrá algunos que se frustren más rápidamente y por tanto tengan más rabietas y otros que casi no tengan, y también hay ciertos aspectos que se pueden potenciar en el niño, trabajando la frustración con él.
Por ejemplo:
- Detectar aquellas señales o situaciones que preceden a la rabieta, si está cansado o con hambre, si vamos a aquel lugar que detesta…, y prever cómo podemos actuar antes de que llegue la detestada rabieta, ofrecerle un baño relajante, escuchar una música calmada/animada o comer algo, ofrecerle una distracción, tratar la situación con humor…
- También para hacer más fácil la aceptación de las normas sin modificar nuestros propios límites podemos ser un poco flexibles delante de algunas situaciones. Por ejemplo: debe comer lo que no le gusta antes de jugar, pero no pasa nada si lo hace con las manos, tiene que salir bien abrigado de casa en invierno, pero no pasa nada si inicialmente no se pone los guantes y el gorro… Muchas veces las normas que imponemos tienen niveles de importancia distintos y podemos jugar con ellos para que progresivamente el niño vaya aceptándolas sin rabietas o con enfados más livianos.
- Ayudar con otros estímulos positivos para facilitar la aceptación. Por ejemplo: entiendo que quieres quedarte más tiempo en el parque jugando, pero tenemos que irnos ya a casa; mamá/papá nos estará esperando y podrá leerte tu libro preferido o jugar contigo un rato antes de cenar.
- En este sentido, proponer alternativas siempre que sea posible también puede ser una buena estrategia. Como bien podría ser: ahora no puedes hacer esto, pero sí que puedes hacer lo otro… y proponer la regla o norma de manera afirmativa, sin utilizar un no. Ejemplo: cuando hagas esos ya podremos salir en vez: si no haces eso no sales.
Estas pequeñas estrategias harán más fácil la aceptación de nuestros hijos delante de momentos de berrinches y también nos facilitaran el día a día con ellos. Así que después de todos nuestros consejos solo os podemos decir esto: paciencia y muchos ánimos con las rabietas. Como veis, tienen solución.